El 25 de agosto de 1954 marcó un antes y un después en la historia política de Colombia, las mujeres lograron el derecho al voto. Sin embargo, reducir esta conquista a un simple gesto del gobierno de Gustavo Rojas Pinilla es desconocer décadas de resistencia, organización y lucha feminista.
La verdadera historia comenzó mucho antes. Desde finales del siglo XIX y durante la primera mitad del XX, miles de mujeres colombianas desafiaron normas, costumbres y leyes que las relegaban a un papel secundario. La aprobación del sufragio fue solo la culminación de un proceso que incluyó batallas por la educación, la administración de bienes, el acceso a cargos públicos y, sobre todo, el reconocimiento de su ciudadanía.
Josefina Valencia y Esmeralda Arboleda, dos voces que representaban ideologías opuestas, unieron fuerzas para defender un derecho que debía ser universal. Ese debate, cargado de tensión política, terminó con una victoria histórica, 60 votos a favor y ninguno en contra, pese a los intentos de frenar la decisión.
El voto femenino fue, en esencia, una conquista social antes que un acto de benevolencia estatal. No fue un regalo de un gobierno militar, sino el resultado de un movimiento colectivo que encontró eco en el contexto internacional y se hizo imposible de ignorar.
Hoy, casi siete décadas después, seguimos viendo los frutos de esa lucha, pero también persisten los desafíos. Las mujeres están presentes en la política, sí, pero la representación real aún es insuficiente. Si algo nos enseña esta historia, es que ningún derecho se regala, todos se conquistan.

